El Evangelio Gnóstico de Tomas
El Evangelio gnóstico de Tomas y el descubrimiento en este siglo de los evangelios gnósticos de Nag Hammadi ha revelado que para muchos de los primeros cristianos el camino hacia el catolicismo romano no había sido cuestión de elección personal.
Durante los siglos II y III la primitiva Iglesia cristiana libro una dura batalla contra las gentes a las que reconocía como los verdaderos sustentadores de la herejía: los gnósticos cristianos.
La batalla se libró para proteger los fundamentos de la primitiva doctrina eclesiástica: la creencia en Cristo como el Hijo de Dios resucitado, que como tal necesitaba de la exclusión de los meandros más esotéricos de la filosofía y la auto resurrección en los que se ejercitaba la mente del gnóstico.
Para los cristianos gnósticos de los siglos II y III Jesús fue un personaje relevante, Creían que Jesús era un ser divino, lleno de la chispa del conocimiento divino, que le había permitido cumplir la función de instruir a los demas que buscaban el camino gnóstico y realizar así una comunión con el Ser supremo, con el Dios del Cosmos.
Para la Iglesia de Roma tal postura era herética en esencia al desafiar los dogmas básicos de su doctrina. Cuando los obispos de Roma alcanzaron una posición de poder e influencia en las provincias del Imperio romano, los gnósticos sufrieron represión y su mensaje fue reprimido.
El descubrimiento en 1945 de los evangelios de Nag Hammadi, en el alto Egipto, saco a la luz un testimonio precioso e iluminador de aquella batalla largamente olvidada arrojando nueva luz sobre la posible suerte de Jesús y la condena del gnosticismo por la Iglesia de Roma, una condena que ha pesado hasta el dia de hoy.
La biblioteca de Nag Hammadi, conservada como la de Qumran en ánforas de arcilla, consta de cincuenta y dos tratados independientes, y se publicó por primera vez en ingles en 1977. Mientras tanto el proceso de traducción se prolongaba de una manera frustrante, cual, si los estudiosos estuvieran dando largas, y ahora es fácil ver por qué.
El Evangelio de Tomas, obra típica entre muchas, resulta sorprendente. Es una mezcla de parábolas, proverbios y profecías, datada en el siglo I de la era cristiana, que refleja los acontecimientos que más tarde iba a describir el Nuevo Testamento de la Iglesia paulina.
El Evangelio de Tomas contiene sin embargo una enseñanza que los cristianos de convicciones paulinas ciertamente no querrían reproducir o repetir. En el dicho duodécimo los discípulos preguntan a Jesús por el futuro;
“Nosotros sabemos que te alejaras de nosotros. ¿Quién sera nuestro jefe?”
Y la respuesta de Jesús dice;
“Doquiera estéis, tenéis que acudir a Santiago el justo, en atencion al cual llegaron a ser cielo y tierra”.
Si ese Evangelio repite las verdaderas palabras de Jesús, no puede haber duda acerca de sus propias intenciones para la Iglesia futura: Santiago había de dirigirla, y su postura como valedor de la ley mosaica (que excluía a los gentiles) no era ambigua en modo alguno.
Cuando los discípulos le preguntan qué muerte les espera, Jesús pronuncia estas palabras;
“¿Habéis descubierto entonces el comienzo, que buscáis el fin? Porque donde está el comienzo estará también el fin. Bienaventurado el que ocupara su sitio en el comienzo: conocerá el fin y no experimentará la muerte».
La resurrección del espíritu durante la propia vida natural es la clara implicación de este mensaje. La resurrección del cuerpo, y en especial el cuerpo de Jesús – el mensaje de la Iglesia gentil de Roma fundada por Pablo-, es un concepto muy alejado de los supuestos de tal cristianismo gnóstico.
Tales documentos, que contravenían la doctrina de la Iglesia romana hasta el límite de la herejía cuestionando la condición de Jesús como el Hijo de Dios resucitado físicamente, han sobrevivido a la diáspora de la primitiva Iglesia de Jerusalen y han subrayado la diferencia entre cristianos gnósticos y paulinos.
La existencia de los restos mortales de Jesús debe haberse convertido, por lo mismo, en un problema candente para las mentes inquisitivas.
Hoy la Iglesia de Roma prefiere guardar silencio en la cuestión del gnosticismo cristiano; de hecho, la mayoría de los cristianos no prestan atención a este aspecto de los orígenes de su fe.
+++Nada para nosotros Señor, nada para nosotros, sino a Tu nombre sea dada la Gloria+++