La Orden del Temple y la Alianza de La Cristiandad con el islam
La Orden del Temple actúa desde siempre para la unión de las dos ramas complementarias de la corriente abrahamica, la Cristiandad y el islam, ya que dicha alianza es necesaria para la realización de la Parusía. Es preciso rechazar la vanidad de las disputas intelectuales sobre los dogmas y recordar el poder de la oración en común. Se trata de una llamada al combate conjunto de musulmanes y cristianos.
Es bien conocida la historia que contaba Sanai; la de los ciegos que palpaban cada uno una parte diferente de un elefante. Para uno de ellos el animal era una alfombra, para otro un tubo y para el último una columna. «Así son la mayor parte de los hombres, los cuales no «ven más que una parte del Universo».
Este cuento nos Invita a los Templarios a hacer totalmente nuestra esta cita del Islam: «Cuanto más profundizo en la Tradición, más encuentro la de los «demás». Tal es, tal debe ser según creemos, el único y auténtico camino ecuménico posible.
Efectivamente, no se trata de contradecir a los unos con los dogmas de los otros, ni a los otros con la de los unos. El Corán dice: «Si Dios lo hubiera querido, habría hecho de vosotros un solo «pueblo». «Corred hacia el deseo de efectuar entre vosotros buenas acciones. Así volveréis todos a Dios. El os revelará la afectación de «vuestras disputas».
Evocando a Dios que reprendía a Moisés por una falta, DJallal Ed Din Roumi escribe: «Hemos dado a cada uno un carácter propio, un lenguaje personal» «Lo que es alabanza para él, es vituperio para ti. Lo que es miel ‘para él es para ti veneno. Yo estoy por encima de toda pureza o impureza. No es para obtener un provecho por lo que he creado a los «seres, sino para manifestarles mi benevolencia. Sus alabanzas no me «purifican; son ellos quienes se vuelven más puros. No tomo en consideración el exterior y las palabras, sino el sentimiento del corazón y el interior. Ya que el corazón es la sustancia y las palabras los accidentes».
Por esto los Templarios rechazan las trampas semánticas de las disputas intelectuales sobre las contradicciones, las divergencias, las barreras, siempre artificiales, de la exégesis teológica, ya que en cualquier forma todo ello divide, y en este sentido es contrario a la voluntad y al Amor de Dios.
En la Edad Media, cuando el engranaje de las obligaciones guerreras les dejaba algún descanso, los caballeros de la Orden del Temple, nuestros antepasados, abrían muchos de sus lugares de culto a los musulmanes para facilitar las devociones de estos.
Hoy día, en su Resurgimiento, la Orden del Temple, además de a los ortodoxos, protestantes y otros, acoge a los musulmanes en la celebración del Oficio templario de origen esenio, que le fue y le sigue siendo específico en la cristiandad.
Y no es raro que la recitación de la ‘Fatihâ» siga o preceda a la del Padrenuestro. Esto costó a nuestros antepasados calumnias, persecuciones y hogueras. Esto nos cuesta todavía algunos trastornos por parte de los ‘cristianos de boca, más no de corazón».
Sin embargo, Jamás los Templarios han apostatado de su profunda fe cristiana. Jamás han exigido una apostasía a un musulmán, porque nuestra concepción del mundo nos hace considerar que, efectivamente, todo ser y toda cosa, en el Universo visible e invisible, son obra de Dios y por consecuencia sometido a su Ley, expresión de su Amor.
Por esto, en la Orden del Temple nos sentimos -y siempre nos hemos considerado- como Hermanos de los Musulmanes. ¿Cómo podríamos no serlo, reverenciando al mismo Dios Único? ¿Cómo, a pesar y más allá de las confusiones sectarias que se han enfrentado durante siglos, no reconoceríamos a los Profetas de Dios la parte y la plaza legítimas que les corresponde?
En Jesús y en Mohammed, como en todos los profetas, lo importante no es ellos mismos por ellos mismos, sino la Palabra por la cual el hombre puede reencontrar a Dios y llegar hasta El. Las palabras de los profetas no son exclusivas de unos o de otros. Aunque se sucedan en el tiempo, ellos no podrían abolirse los unos a los otros, ya que sería desmentir al mismo Dios. Y Dios ni lo quiere ni puede hacerlo.
Todas las Palabras se complementan las unas con las otras para re-matar en el hilo de la encarnación y a la medida de la elevación de los hombres, la Revelación de lo que contiene el Libro Eterno.
Dios, en su Designio, ha dispuesto y dispone, a través de los tiempos y de los espacios, las familias de los hombres, de entre las cuales suscita Profetas o Enviados predestinados para revivificar periódicamente su Alianza e izar a la humanidad hasta El.
Es preciso re-encontrarnos para orar más frecuentemente tanto en los templos de los unos como en los de los otros, recíprocamente y juntos. Primero orar. Después actuar conjuntamente.
Ya que nuestra obra es un combate, el de la novena y última cruzada de los cristianos y musulmanes reunidos, contra todo lo que, desde Abraham hasta el Paráclito, ataca al hombre y le dificulta su camino hacia Dios. Estas agresiones tienen todas la misma raíz: el espíritu de dispersión y de oposición a Dios, al que nosotros llamamos Satán y vosotros Iblis.
Es él quien desvía al hombre de Dios, quien inspira, en todos los planos de la existencia individual y colectiva, todas las empresas de destrucción, las injusticias, las orgullosas tiranías, las falsas revoluciones: el culto y el imperialismo del dinero, la acaparación de las riquezas del mundo, el saqueo del planeta, la ciencia atea, la desacralización y las ideologías que prometen falsos proyectos en todos los dominios (ética, política, social, económica e incluso religioso).
Vosotros y nosotros sabemos dónde están y quienes son, motores o seguidores, los defensores de estas posiciones, infieles hoy, como siempre lo fueron en el pasado.
Nuestro objetivo común es el de suscitar incansablemente en el hombre, lo mejor del Hombre, ya que la solución de los problemas actuales y futuros de los hombres no está en las cosas, sino en el corazón de los seres.
Por lo tanto, este «mejor», no puede basarse más que en Dios, y proceder solamente de Él. Es Justamente lo que nos recuerdan Jesús y Mohammed en el Libro. La Ley constituye las páginas. El Amor es la llave.
. ¡NON NOBIS! ¡ALABADO SEA EL SEÑOR DEL UNIVERSO! ¡Inchaâ Allah!
Templi Ómnium Hominum Pacis Abbas
+++Nada para nosotros Señor, nada para nosotros, sino a Tu nombre sea dada la Gloria+++