Proceso de los Templarios en España

Proceso de los Templarios en España

Proceso de los Templarios en España. A principios del siglo XIV, fuera de Francia y Chipre, la presencia templaría más significativa se hallaba en España, particularmente en Aragón, donde la Orden había desempeñado un papel importante en la reconquista de tierras ocupadas por los moros.

A mediados de octubre de 1307, el rey Jaime II había recibido una carta de Felipe IV de Francia enumerándole las iniquidades de la Orden Templaría y aconsejándole confiscar sus propiedades y detener a sus miembros, al igual que él había hecho en Francia.

En un principio el monarca aragonés se mostró incrédulo, no obstante, cuando llegó a España la noticia de que Jacobo de Molay había admitido los crímenes imputados, Jaime II ordenó capturar a los Templarios y secuestrar las propiedades que tenían en su reino.

Algunos templarios se negaron a rendir sus castillos: en contraste con Francia, en Aragón la Orden tenía una buena cantidad de hombres en armas y dispuso de tiempo para preparar la defensa. Fue tomada la fortaleza de Peñíscola y arrestado Exemen de Lenda, maestre templario de Aragón, pero Ascó, Cantavieja, Villel, Castellote, Chalamera, Monzón y Miravet permanecieron en manos de la Orden.

Desde Miravet escribieron los Templarios al rey aragonés, recordándole la sangre derramada por ellos en las guerras contra los moros, como habían alimentado a los pobres de Gardeny y Monzón en épocas de hambruna, y como cuando los franceses invadieron Aragón y amenazaban Barcelona, fueron los Caballeros del Temple los que habían resistido a pie firme. Por todas esas razones, argumentaban, el rey debía liberar al maestre y a los demás templarios, que eran “leales católicos y buenos cristianos”.


Sin embargo, la suerte ya estaba echada, no porque Jaime II se hubiera convencido de la culpabilidad de los Templarios, sino porque quería asegurarse los bienes de la Orden antes de que fueran expropiados por la Iglesia. El 1 de febrero de 1308, el rey Jaime resolvió sitiar las fortalezas que aún estaban en manos del Temple. Sin desear, o sin poder, lanzar un ataque frontal, su táctica era someterlas por inanición.

De esta forma se rindió Miravet hacia finales de noviembre. Monzón resistió hasta mayo de 1309; y a finales de julio, con la caída de Chalamera, la Orden del Temple había concluido.

Como la ley aragonesa no permitía la tortura, en los procesos que se siguieron contra los Templarios no se produjeron confesiones, por lo que en marzo de 1311 el Papa ordenó al arzobispo de Tarragona a torturar a los prisioneros para que confesaran.

Pero el método que había resultado tan eficaz en Francia, fracasó en España. Ocho Templarios torturados en Barcelona persistieron en su declaración de inocencia; en Tarragona, el 4 de noviembre de 1312, un concilio local de la Iglesia halló a los Templarios inocentes “a pesar de ser sometidos a tortura para la confesión de sus crímenes”.

Lo mismo que en Aragón ocurrió en los reinos de Castilla y León y Portugal. El maestre de Castilla, Rodrigo Ibáñez, con todos sus súbditos, fue citado por el arzobispo de Toledo, y Fernando IV “el Emplazado” lo mandó prender, quedando sus bienes en manos de tres obispos.

La comisión encargada de su juicio estaba formada por los arzobispos de Toledo y Compostela, el general de los dominicos y el obispo de Sigüenza, mientras los administradores de sus bienes eran los prelados de Sevilla, Palencia y León.

El primer interrogatorio del proceso de los Templarios en España fue llevado a cabo en Medina del Campo en 1308 y fue mas bien una apología de la Orden. El Concilio de Salamanca de 1310 los halló inocentes y las actas se remitieron al Papa, que a pesar de ello decretó su abolición.

De toda la Península Ibérica, sólo en Navarra se extrajeron algunas confesiones de los crímenes imputados. El monarca Luis de Navarra, hijo del rey francés, siguió los planes de su padre y así el proceso en este reino fue una imitación de lo ocurrido en Francia, aunque sin hogueras.


Aunque por Orden del Papa los bienes del Temple debían pasar la los Hospitalarios, Jaime II de Aragón insistía en que la seguridad de su reino dependía de la posesión real de las propiedades templarias. Sólo después de varios años de negociación se alcanzó un acuerdo: las posesiones de Aragón pasarían al Hospital, pero antes, los Hospitalarios jurarían lealtad al rey.

El rey Sancho de Mallorca llegó a un compromiso con la curia papal, transfiriéndole las propiedades templarias al Hospital a cambio de una renta anual. En Castilla, algunas posesiones del Temple fueron confiscadas por el rey, otras por barones y algunas por las órdenes militares de Ucles y Calatrava.

El fracaso del rey en lograr la transferencia a los Hospitalarios provocó una tardía protesta del papado en 1366. Los Templarios reconciliados con la Iglesia siguieron viviendo en preceptorías, conventos o monasterios, ya que la disolución de la Orden no significaba que estuvieran dispensados de sus votos.

+++Nada para nosotros Señor, nada para nosotros, sino a Tu nombre sea dada la Gloria+++

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